Si caminaras por el antiguo muro de ladrillos entre los cementerios protestante y católico en Roermond, Países Bajos, descubrirías una vista curiosa. A cada lado, empotradas en la pared, se levantan dos lápidas idénticas: una de un esposo protestante y la otra de su esposa católica. Las reglas culturales durante el siglo xix requerían que fueran sepultados en cementerios separados. Pero ellos no aceptaron ese destino. Las inusuales lápidas son lo suficientemente altas como para superar la división, de modo que, en la parte superior, hay apenas 30 a 50 centímetros de separación. Arriba de cada lápida, están esculpidas unas manos extendidas asidas entre sí. La pareja se negó a ser separada, aun en la muerte.
El 14 de marzo de 2019, la NASA envió a la astronauta Christina Koch a la Estación Espacial Internacional. Koch no volvería a la tierra durante 328 días, lo que le otorgaría el récord femenino de mayor tiempo de vuelo en el espacio. Tenía miles de tareas diarias que cumplir y, hora tras hora, una línea roja se movía en la pantalla, mostrando constantemente si cumplía con lo programado. No había un instante que perder.
Durante años, el Cuerno de África ha sufrido sequías brutales que devastaron cultivos, mataron ganado y pusieron en peligro a millones. Entre los más vulnerables —como las personas del campamento de refugiados Kahuma, en Kenia—, es aún más tremendo. Una madre joven llevó ante los funcionarios del campamento a su bebé que sufría de una grave desnutrición que había dejado «su cabello y su piel […] secos y quebradizos». No sonreía ni comía. Su cuerpito se estaba apagando. Felizmente, por la intervención inmediata de especialistas, se construyó una estructura para suplir las necesidades consideradas de vida o muerte.
En junio de 2016, la reina Isabel cumplió 90 años. Desde su carruaje, la monarca saludaba a la multitud, mientras pasaba delante de largas filas de soldados vestidos de rojo y perfectamente atentos. Era un día caluroso en Inglaterra, y los guardias estaban vestidos con sus tradicionales pantalones negros, chaquetas abotonadas hasta el cuello y grandes sombreros de piel de oso. Mientras los soldados estaban parados firmes bajo el sol, un guardia comenzó a desmayarse. De manera asombrosa, mantuvo su estricto control y simplemente cayó hacia adelante, con el cuerpo derecho como una tabla y su cara contra el piso de arena. Allí estaba; de algún modo todavía en posición de firme.
Lindisfarne, conocida también como Isla Santa, es una isla mareal en Inglaterra, conectada al continente por un camino angosto. Dos veces al día, el agua cubre el vado. Unos carteles advierten del peligro de cruzar durante la marea alta. Pero, por lo general, los turistas no prestan atención a las advertencias y terminan sentados en el techo de autos sumergidos o nadando a refugios donde puedan ser rescatados. La marea es predecible, tal como la salida del sol. Y las advertencias están en todas partes; es imposible no verlas. Pero, como describió alguien, Lindisfarne es «donde los imprudentes tratan de ganarle a la marea».
Hay un hombre al que algunas personas contratan cuando están por morir, y le pagan para que vaya a sus funerales y revele secretos que nunca compartieron en vida. Ha interrumpido elogios, pidiéndoles a los atónitos participantes que se sentaran cuando comenzaban a protestar. Una vez, explicó que el fallecido había ganado la lotería, pero que nunca se lo dijo a nadie y había simulado ser un empresario exitoso. Varias veces ha confesado infidelidad a cónyuges viudos. Cualquiera que haya sido el objetivo buscado, es obvio que la gente está ávida de ser absuelta de pecados pasados.
Nuestra iglesia en Virginia realizaba los bautismos en el río Rivanna, donde el sol suele brillar con calidez, pero el agua es helada. Después del servicio en la iglesia, íbamos a un parque donde los vecinos arrojaban discos voladores y los niños abarrotaban el área de juegos. Éramos una especie de espectáculo en la ribera del río. Parado en el agua helada, yo leía las Escrituras y sumergía a los que se bautizaban, en esa expresión tangible del amor de Dios. Cuando salían, calados hasta los huesos, brotaban exclamaciones y aplausos. Al llegar a la orilla, familiares y amigos abrazaban a los recién bautizados… todos empapados. Compartíamos pasteles, bebidas y bocadillos. Los que miraban no siempre entendían qué pasaba, pero sabían que era una celebración.
El presidente norteamericano Abraham Lincoln había emancipado a esclavos dos años y medio antes de que los Confederados se rindieran, pero el estado de Texas aún no había reconocido esa liberación. No obstante, el 19 de junio de 1865, Gordon Granger, general del ejército de la Unión, entró en Galveston, Texas, y exigió que se liberara a todos los esclavos. Imagina la sorpresa y la alegría cuando las cadenas cayeron y los esclavizados escucharon la declaración de libertad.
Hace un siglo, un bosque frondoso cubría alrededor del 40 % de Etiopía, pero hoy apenas un 4 %. Esta poda para cultivos, sin proteger los árboles, ha generado una crisis ecológica. La vasta mayoría de superficies verdes que quedan están protegidas por iglesias. Durante siglos, las iglesias Tewahido Ortodoxas Etíopes han nutrido esos oasis en medio del desierto árido. Imágenes aéreas muestran islas verdes rodeadas de arena marrón. Los líderes de las iglesias insisten en que cuidar los árboles es parte de obedecer a Dios como mayordomos de su creación.
El 30 de diciembre de 1862 se desató la Guerra Civil Estadounidense. Las tropas de la Unión y de los Confederados acamparon a unos 650 metros de distancia a ambos lados del río Stones, en Tennessee. Mientras se calentaban junto a fogatas, los soldados de la Unión tomaron sus flautas y armónicas, y comenzaron a tocar Yankee Doodle. En respuesta, los Confederados tocaron Dixie. Lo maravilloso fue que todos se unieron para un final, tocando juntos Home, Sweet Home. Sin embargo, la tregua melódica duró poco. Por la mañana, dejaron sus instrumentos y tomaron sus armas, y 24.645 soldados murieron.